La Inmaculada Concepción de Gregorio Fernández (1622) preside el altar mayor de la Iglesia de la Vera Cruz de Salamanca.
Mientras se discutía sobre la Inmaculada en los círculos de teología, los fieles ya aceptaban el dogma, reclamando a los artistas obras en las que quedara reflejado. Durante el siglo XVII el Dogma experimenta un gran auge en Salamanca. Tras una larga disputa entre franciscanos y dominicos, Felipe IV realiza una votación en la cual es indispensable el voto favorable de la Universidad de Salamanca, jurándose el 28 de octubre de 1618. El voto del juramento por parte de la Universidad de Salamanca puso de moda en la ciudad eso de "ser inmaculista", algo más de doscientos años antes de que en Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, proclamara el dogma de forma oficial por medio de la bula "Ineffabilis Deus"
La Junta de Gobierno de la cofradía, movida por el auge del voto inmaculista toma la decisión de encargar una talla que represente a la Inmaculada para que presida el retablo principal de la Iglesia. Se piensa en el famoso escultor Gregorio Fernández que estaba afincado en Valladolid. El encargo al artista estuvo rodeado de complicaciones, empezando por el elevado caché del escultor, con un coste de 2.100 reales, teniendo que pagar 1.100 a la hora de firmar el contrato y el resto a la recepción de la imagen. Valorado este elevado presupuesto, la cofradía decidió encargar la obra a Pedro Hernández, escultor salmantino que ya había trabajado previamente para la Vera cruz, pero en este caso siguiendo el modelo del maestro Fernández y su Inmaculada del Convento de San Francisco de Valladolid realizado en 1617 (hoy en paradero desconocido). Las continuas demoras y retrasos del taller de Pedro Hernández imposibilitaron lo pactado, realizarla en cinco meses. Esto hizo volver a la cofradía a su idea inicial de contratar a Gregorio Fernández, con el correspondiente enfado del escultor salmantino, que llegó a reclamar una indemnización por los gastos de sus viajes a Valladolid. Casi un año después de la primera visita a la ciudad, más concretamente el 2 de junio de 1620, se firma el contrato de factura de la imagen, en la que trabajarán simultáneamente el policromador salmantino Antonio González y el orfebre Gonzalo del Puerto. La imagen llega a Salamanca en octubre de 1622.
La imagen de la Inmaculada presenta numerosas referencias simbólicas tanto en su estructura escultórica como en la decoración de pintura y orfebrería.
El rostro de la Inmaculada es el de una mujer adolescente, casi niña, que muestra inocencia y pureza. La mirada al frente y con los ojos levemente inclinados hacia arriba en actitud de acatar humildemente la voluntad de Dios. El color de la piel es claro, una muestra más de recalcar la pureza de María Las manos, colocadas en actitud orante frente al pecho. Gregorio Fernández esculpe sus dedos pulgares cruzados realizando una cruz, un pequeño gesto que, además de reforzar el simbolismo del fin supremo de albergar en su seno al Salvador, sirve para remarcar la doble titularidad de la Cofradía: Santa Cruz y Purísima Concepción, así como el lugar para el que fue realizada la talla, la iglesia de la Cofradía de la Vera Cruz.
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